sábado, 25 de octubre de 2008

Las princesas.Catalina de Aragón







Cuán ardua y fatigosa resultaba la cotidiana tarea de una princesa. Nunca tuve que picar piedra ni arar la tierra. Sin embargo tuve que sacrificar el amor de mi vida a cambio del bienestar de mi pueblo. Ellos nunca lo sabrían, nunca serían conscientes de tan lastimoso sacrificio, pero era necesario.
Al principio me resistí por completo a llevar a cabo semejante atrocidad. Un matrimonio sin amor era la peor de mis pesadillas, nunca imagine que mi vida correría semejante destino.Finalmente y con el paso de los días y las semanas, termine por resignarme. Me vi obligada a renunciar al apasionante y fervoroso amor que ardía entre Barba azul y yo. Nunca había sido tan infeliz. El mundo dejaba de tener sentido para mí, los colores perdían intensidad y la comida su sabor ¿Qué podía importar, si ya no estaríamos juntos? Mi estómago se encogía tan solo con pensarlo.Sin embargo ya no había vuelta atrás. Yo no tenía voz en este asunto y mis padres ya habían decidido por mí. Ahí me encontraba yo. Atemorizada y temblorosa ante la idea de un futuro infeliz, en lo que debía ser el día más feliz de mi vida, con un vestido blanco cual perla recién rescatada del agitado mar, cuyo bordado en oro fino revestía la prenda por completo.La melodía comenzó a sonar. Mi padre, Fernando de Aragón, me apretó la mano fuertemente intentado transmitirme su seguridad y firmeza ante dicho compromiso, pero no lo consiguió. Sin embargo, ocurrió algo muy extraño. Al entrar en la nave centrar de la Iglesia y ver a Enrique VIII esperando por mi a los pies del altar, todo cambio por completo. Era apuesto y su rostro emanaba felicidad y serenidad, tanta que me embargaba a mi también de una forma sobre humana. No quiero decir que en ese momento me enamorara perdidamente de él, sino que al verle todo cambió. En ese preciso instante todos mis miedos desaparecieron y me resignarné por completo a la idea de casarme con alguien que parecía increíblemente seguro del paso que íbamos a dar juntos.¿Cómo podía, cómo podía estar tan seguro de esto? Me parecía incompresible. Apenas nos conocíamos y no podía comprender de donde nacía tanta seguridad.
Tanta seguridad solo fue el preludio del final.

No hay comentarios: